May/June 2010 - Vol. 40 .
“Este
es un tiempo de gracia muy especial para ustedes. Avancen,
En la reunión internacional de coordinadores en Santo Domingo en el 2008, donde tuve el honor de servir como traductor, el Señor habló de una puerta abierta, una nueva puerta de recursos, de gracia y de misión. Y el Señor no solo habló de que había abierto una puerta, sino que nos llamó y nos invitó muy claramente a todos como comunidad de comunidades a avanzar, a cruzar la puerta. Muchas de nuestras comunidades y misiones han visto formas y expresiones de cómo esta palabra se ha ido cumpliendo. Yo creo que esta palabra tiene una aplicación particular para los que hemos nacido en comunidad o los que hemos llegado a la comunidad ya formada y nos hemos visto beneficiados por el esfuerzo de los que llegaron antes que nosotros. El Señor nos está invitando a ir más profundo, a avanzar la conquista que ya alcanzaron nuestros padres. Se me viene a la mente la imagen de los conquistadores europeos del siglo XV que se atrevieron a cruzar el mar para descubrir nuevas tierras. Su esfuerzo fue crucial para la historia de la humanidad: ellos hicieron una gran labor en preguntarse qué habría al otro lado del mar, construyeron los barcos necesarios para atravesarlo, y se lanzaron a hacer viajes que antes nadie había hecho para encontrar nuevas costas y nuevas tierras. Pero muchos de ellos no pudieron adentrarse en los continentes que descubrieron; le tocó a los que vinieron después, a los que siguieron sus pasos, descubrir qué había tierra adentro, qué cosas había más allá de las líneas costeras. En nuestras comunidades está ocurriendo algo similar. Toda una generación de hombres y mujeres valientes decidió lanzarse a conquistar una nueva tierra, sin saber lo que encontrarían y sin que antes nadie hubiera andado por los caminos que ellos anduvieron. Son nuestros pioneros, nuestros conquistadores. Pero, conforme pasan los años y comienza a ocurrir un relevo generacional, somos nosotros, las nuevas generaciones, los que estamos llamados a descubrir qué hay más allá de las líneas costeras de esta tierra nueva, y a conquistar la tierra que el Señor le dio a nuestros padres. Nuestro es el llamado que el Señor dio a Israel en Deuteronomio 1:8: Mirad: Yo he puesto esa tierra ante vosotros; id a tomar posesión de la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres, Abrahán, Isaac y Jacob, y a sus descendientes. Somos nosotros, tú que lees estas líneas, los llamados a profundizar y avanzar la obra que el Señor tiene para la Espada del Espíritu. Han pasado ya cuarenta años desde que se fundó la primera comunidad de alianza, y en estos cuarenta años el esfuerzo de los fundadores se ha concentrado en darle forma al baluarte según las instrucciones de nuestro Dios; se han cimentado las bases y se han organizado las estructuras. Nuestra misión es que estas bases y estas estructuras se mantengan, y podamos lanzarnos a conquistar nuevas tierras para el Señor. Los tiempos de construir han pasado y se acercan los tiempos de conquistar. Creo que quedaremos maravillados ante lo que el Señor tiene para nosotros. Veremos nuevas formas de misión, nuevas oportunidades de evangelización, nuevos recursos para la extensión del Reino que antes no habíamos imaginado. El Señor ha puesto delante de nosotros una puerta abierta. ¡Crucémosla! Rompamos nuestros paradigmas humanos y abrámonos a los paradigmas de Dios. Aquellas cosas que nos parecen descabelladas o muy atrevidas o demasiado radicales son precisamente las puertas abiertas a las que el Señor nos invita que entremos. En mi experiencia personal, en los últimos tres años se han presentado, en las comunidades en que he estado, formas nuevas de misión, oportunidades para desarrollar nuevos programas o nuevos campos a dónde evangelizar. Algunas oportunidades se han aprovechado, otras no. Y aquellas que hemos aprovechado, han sido verdaderamente puertas abiertas de recursos, dones, y nuevos hermanos y hermanas. El Señor está cumpliendo su promesa, está siendo fiel a su palabra, pero nosotros debemos hacer nuestra parte y responder, debemos cruzar la puerta. Se requiere valor para responder a la invitación del Señor. No es fácil cruzar una puerta cuando al otro lado no se ve nada. No es fácil ir más profundo, ir tierra adentro. Pero, ¿quién dijo que lo sería? Nuestros fundadores y los que han venido antes que nosotros fueron hombres y mujeres valientes que se atrevieron a ir a conquistar algo totalmente desconocido por el Señor. Ahora nos toca a nosotros, ¿cuál será nuestra respuesta? [Miguel Vargas is an underway
member of the Jesed Community in Monterrey, Mexico. He has been actively
involved in youth ministry and is currently an affiliate of the Servants
of the Word living in Monterrey, Mexico. He majored in classical philology
and graduated from the University of Costa Rica in December 2008.]
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