El hombre que
no quería evangelizar
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..
Un pasaje que explica por qué
muchas personas no responden a la buena nueva
.
por
Steve Clark
Hace muchos años pasé por un período en que
sentía una fuerte resistencia interna a
evangelizar a otros. Al salir de casa, algo dentro
de mí se oponía quejándose, “No más
evangelización.” Este sentimiento surgía
porque yo pensaba que la gente no iba a
responder. Quizás necesitaba otra técnica
para evangelizar; tal vez no estaba capacitado
para hacerlo; o quizás no había orado lo
suficiente de antemano.
De hecho, la mayoría de la gente no respondía a
mis esfuerzos evangelísticos – al menos no de una
manera en que yo me diera cuenta.
Fue entonces que leí un pasaje de la Segunda
Carta a los Corintios, que me reveló que yo no
podía garantizar el éxito cada vez que tratara de
evangelizar a alguien, independientemente de lo
que hiciera. Algo más estaba ocurriendo,
algo que era espiritual. Aquí está el
pasaje:
“Así que nunca nos desanimamos, porque
Dios en su misericordia nos ha encargado este
trabajo. Hemos rechazado lo que se
hace a escondidas y lo que es vergonzoso; no
andamos con astucia ni cambiamos el mensaje de
Dios. Al contrario, decimos solamente la
verdad, y así nos recomendamos a la conciencia de
todos delante de Dios. Pero si el mensaje de
salvación que predicamos es oscuro, lo es
solamente para aquellos que van a la
destrucción. Pues como ellos no creen, el
dios de este mundo los ha hecho ciegos de
entendimiento, para que no vean la brillante luz
del evangelio del Cristo glorioso, el cual es la
imagen viva de Dios. Cuando predicamos, no
nos predicamos a nosotros mismos, sino que
predicamos a Jesucristo como Señor; y en
cuanto a nosotros, nos declaramos simplemente
siervos de ustedes, por amor de Jesús.
Porque el mismo Dios que mandó que la luz brillara
en la oscuridad, es el que ha hecho brillar su luz
en nuestro corazón, para que con esa luz podamos
conocer la gloria de Dios que brilla en la cara de
Jesucristo.”
(2
Co 4, 1-6)
Este pasaje explica lo que realmente ocurre cuando
evangelizamos. Pablo está presentando verdades
que aclaran el problema espiritual que enfrentamos
al llevar el evangelio a otros. Examinemos
algunas:
Dios mismo es quien actúa al revelar la verdad
acerca de Cristo. Nosotros no necesitamos
depender únicamente de nuestros propios
esfuerzos. En la Versión Popular de la
Biblia (Sociedades Bíblicas Unidas), el versículo
6 dice: “Porque el mismo Dios que mandó que la luz
brillara en la oscuridad, es el que ha hecho
brillar su luz en nuestro corazón, para que con
esa luz podamos conocer la gloria de Dios que
brilla en la cara de Jesucristo.”
Dios se revela a sí
mismo cuando el evangelio es
proclamado, pero quiere que nosotros
nos
encarguemos de proclamarlo |
Dios trajo la luz a partir de la nada. Con
ese mismo poder infinito, Dios sigue haciendo que
la luz de su revelación brille en este
mundo. La gente ve la verdad en el
evangelio porque Dios da luz y revelación. Él está
revelando su gloria por medio de
Cristo. La “gloria” de Dios, su
grandeza o poder, es manifestada por medio del
carácter, las obras y las palabras de Jesús.
¿Cómo hacen los que no tienen fe, para ver la
Gloria de Dios en Cristo? El versículo 4
describe “la brillante luz del evangelio del
Cristo glorioso.” Y continúa “el cual es la imagen
viva de Dios.” En otras palabras,
la Buena Nueva por sí misma ilumina. Brilla
en las mentes y espíritus de la gente.
Por sí misma imprime la verdad en las
personas.
Esto no significa que nosotros no seamos
necesarios. Dios se revela a sí mismo cuando
el evangelio es proclamado, pero quiere que nosotros
nos encarguemos de proclamarlo. Una vez
proclamado, la gente automáticamente lo ve como la
verdad, a menos que estén siendo cegados por
alguna causa. Nuestra tarea como
evangelistas cristianos es poner a la gente en
contacto con el evangelio y dejar que Dios se
revele a sí mismo.
La ceguera espiritual
Entonces, ¿por qué es que la revelación eficaz de
Dios no ocurre con más frecuencia que lo que
parece? Pablo nos da esta respuesta: Satanás
está actuando para velar el evangelio y cegar a
la gente ante las realidades espirituales.
Esto me produjo un gran alivio. La ceguera
espiritual, no simplemente mis propias
limitaciones, impide que muchos a quienes
evangelizo acepten a Cristo. Esta verdad
tiene que ver con una limitación importante que
tenemos al pensar acerca de la evangelización: no
la vemos de forma suficientemente
espiritual. La evangelización no es
únicamente entre dos seres humanos.
También participan seres espirituales – el Señor
Dios mismo y Satanás, el padre de la
mentira. Necesitamos tomar en cuenta toda
esta actividad espiritual.
Algunas personas están tan cegadas por Satanás
que no van a responder; otras son curadas de su
ceguera cuando les hablamos la verdad del
evangelio. Es un gran privilegio ser el
instrumento para llevar a alguien a nuestro Señor
Jesucristo, ver a esa persona siendo liberada de
la atadura del pecado y de Satanás. Sigan
compartiendo el evangelio hasta que se encuentren
con alguien que está listo para dejar que la luz
de Dios entre en su vida.
En cierta manera es un asunto de porcentajes; si
queremos que más personas conozcan al Señor,
entonces tenemos que proclamar el evangelio a más
personas.
Evangelistas exitosos
Los versículos 2 y 4 presentan otro punto
importante acerca de ser evangelistas exitosos: necesitamos
decir la verdad acerca de la gloria de Dios en
Cristo. El versículo 2 dice que
rechazamos hacer las cosas a escondidas y que más
bien “decimos solamente la verdad, y así nos
recomendamos a la conciencia de todos delante de
Dios.”
San Pablo nos advierte acerca de la forma errónea
de orientarnos al éxito. Podemos querer
tanto éxito evangelístico que vamos a intentar con
cualquier cosa que funcione – tal y como maquillar
una historia para hacer que las cosas suenen mejor
de lo que son, o depender de presentaciones
evangelísticas impresionantes para llevar a la
gente a la conversión. Este versículo
no excluye el interés por los métodos que usamos
para presentar el evangelio, pero sí nos hace
considerar cómo estamos anunciando la
verdad.
Todavía más crucial es el versículo 4: “Cuando
predicamos, no nos predicamos a nosotros mismos,
sino que predicamos a Jesucristo como Señor;
y en cuanto a nosotros, nos declaramos simplemente
siervos de ustedes, por amor de Jesús.”
No estamos ganando gente para nosotros. No
estamos tratando de convencerlos de que nos
acepten a nosotros como su señor.
Tenemos algo que la gente necesita. Ellos lo
querrían si se dieran cuenta de lo que puede hacer
por ellos. Nosotros somos como sirvientes
que llevan el alimento a los hambrientos o
enfermeras que administran medicina a pacientes
que están en peligro de muerte.
¿Cómo es que vamos a ser “siervos por amor de
Jesús? En el oeste de los Estados Unidos,
hay desiertos de tierra árida color marrón que se
extienden por kilómetros. Sin embargo,
en algunas partes, se encuentran extensiones de
tierra irrigada en las que todo es exuberante y
verde. La pregunta: “¿Qué hace al desierto
reverdecer?” puede ser contestada de dos
formas. Una es “el sistema de irrigación,”
pero la respuesta básica es el agua.
Sin agua, los sistemas de irrigación son
inservibles; el desierto sigue siendo árido y
marrón. Por otra parte, el sistema de
irrigación es necesario para llevar agua al suelo
del desierto.
El Señor nos está llamando a ser como un canal de
irrigación. Nuestra tarea es llevar el agua
al campo. Una vez ahí, el agua hará su
tarea. El canal de irrigación es el
servidor del campo, proveyéndole agua.
Nuestro papel como siervos, como canales de
irrigación en la obra de la evangelización, es
establecer una conexión entre la gente necesitada
y el agua viva que da nuestro Señor
Jesucristo. Nosotros no tenemos que hacer
que crean. Tenemos que establecer una
conexión eficaz entre ellos y el Señor para que él
pueda llevarlos a la fe.
No podemos pensar
que somos capaces sin Dios
|
No tenemos que ser capaces de realizar la misión
a la que él nos está enviando. De hecho, es
obvio en el pasaje de 2 Corintios que no podemos
pensar que somos capaces sin Dios. Él
está buscando siervos y siervas que puedan hacer
el contacto por él y que lo dejen revelar a
Jesucristo como Señor – algo que solamente él
puede hacer. Nosotros no necesitamos ser tan
eficaces como evangelistas por nuestra propia
cuenta, siempre y cuando el poder trascendente del
evangelio esté en nosotros, y estemos dispuestos a
ser su canal para el mundo.
Guardemos con claridad en nuestras mentes estas
verdades espirituales fundamentales.
Son liberadoras para nosotros. Nos dan
una mayor libertad para hacer lo que Dios nos está
encomendando – hacer que el poder y la gloria de
Dios esté más al alcance de otros.
Steve
Clark
es un fundador y expresidente de la Espada del
Espíritu. Destaca como autor de numerosos
libros y artículos y es un expositor
frecuente. Este artículo fue publicado
por primera vez en la revista New Covenant,
Agosto 1989, derechos de autor de Stephen B.
Clark. Usado con permiso.
Traducción de Efraín Calderón. |