June/July 2013 - Vol. 68
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El hombre que no quería evangelizar
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Un pasaje que explica por qué muchas personas no responden a la buena nueva
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por Steve Clark

Hace muchos años pasé por un período en que sentía una fuerte resistencia interna a evangelizar a otros. Al salir de casa, algo dentro de mí se oponía quejándose, “No más evangelización.”  Este sentimiento surgía porque yo pensaba que la gente no iba a responder.  Quizás necesitaba otra técnica para evangelizar; tal vez no estaba capacitado para hacerlo; o quizás no había orado lo suficiente de antemano.

De hecho, la mayoría de la gente no respondía a mis esfuerzos evangelísticos – al menos no de una manera en que yo me diera cuenta.

Fue entonces que leí un pasaje de la Segunda Carta a los Corintios, que me reveló que yo no podía garantizar el éxito cada vez que tratara de evangelizar a alguien, independientemente de lo que hiciera.  Algo más estaba ocurriendo, algo que era espiritual.  Aquí está el pasaje:

“Así que nunca nos desanimamos, porque Dios en su misericordia nos ha encargado este trabajo.   Hemos rechazado lo que se hace a escondidas y lo que es vergonzoso; no andamos con astucia ni cambiamos el mensaje de Dios.  Al contrario, decimos solamente la verdad, y así nos recomendamos a la conciencia de todos delante de Dios.  Pero si el mensaje de salvación que predicamos es oscuro, lo es solamente para aquellos que van a la destrucción.  Pues como ellos no creen, el dios de este mundo los ha hecho ciegos de entendimiento, para que no vean la brillante luz del evangelio del Cristo glorioso, el cual es la imagen viva de Dios.  Cuando predicamos, no nos predicamos a nosotros mismos, sino que predicamos a Jesucristo como Señor;  y en cuanto a nosotros, nos declaramos simplemente siervos de ustedes, por amor de Jesús.  Porque el mismo Dios que mandó que la luz brillara en la oscuridad, es el que ha hecho brillar su luz en nuestro corazón, para que con esa luz podamos conocer la gloria de Dios que brilla en la cara de Jesucristo.” 
                                                                                                                  (2 Co 4, 1-6)
Este pasaje explica lo que realmente ocurre cuando evangelizamos.  Pablo está presentando verdades que aclaran el problema espiritual que enfrentamos al llevar el evangelio a otros.  Examinemos algunas: 

Dios mismo es quien actúa al revelar la verdad acerca de Cristo. Nosotros no necesitamos depender únicamente de nuestros propios esfuerzos.  En la Versión Popular de la Biblia (Sociedades Bíblicas Unidas), el versículo 6 dice: “Porque el mismo Dios que mandó que la luz brillara en la oscuridad, es el que ha hecho brillar su luz en nuestro corazón, para que con esa luz podamos conocer la gloria de Dios que brilla en la cara de Jesucristo.” 
 

Dios se revela a sí mismo cuando el evangelio es proclamado, pero quiere que nosotros  nos encarguemos de proclamarlo

Dios trajo la luz a partir de la nada.  Con ese mismo poder infinito, Dios sigue haciendo que la luz de su revelación brille en este mundo.   La gente ve la verdad en el evangelio porque Dios da luz y revelación. Él está revelando su gloria por medio de Cristo.   La “gloria” de Dios, su grandeza o poder, es manifestada por medio del carácter, las obras y las palabras de Jesús. 

¿Cómo hacen los que no tienen fe, para ver la Gloria de Dios en Cristo?  El versículo 4 describe “la brillante luz del evangelio del Cristo glorioso.” Y continúa “el cual es la imagen viva de Dios.”   En otras palabras, la Buena Nueva por sí misma ilumina.  Brilla en las mentes y espíritus de la gente.   Por sí misma imprime la verdad en las personas. 

Esto no significa que nosotros no seamos necesarios.  Dios se revela a sí mismo cuando el evangelio es proclamado, pero quiere que nosotros  nos encarguemos de proclamarlo.  Una vez proclamado, la gente automáticamente lo ve como la verdad, a menos que estén siendo cegados por alguna causa.  Nuestra tarea como evangelistas cristianos es poner a la gente en contacto con el evangelio y dejar que Dios se revele a sí mismo.

La ceguera espiritual
Entonces, ¿por qué es que la revelación eficaz de Dios no ocurre con más frecuencia que lo que parece?  Pablo nos da esta respuesta: Satanás está actuando para velar el evangelio y cegar a la gente ante las realidades espirituales. 

Esto me produjo un gran alivio.  La ceguera espiritual, no simplemente mis propias limitaciones, impide que muchos a quienes evangelizo acepten a Cristo.  Esta verdad tiene que ver con una limitación importante que tenemos al pensar acerca de la evangelización: no la vemos de forma suficientemente espiritual.  La evangelización no es únicamente entre dos seres humanos.   También participan seres espirituales – el Señor Dios mismo y Satanás, el padre de la mentira.  Necesitamos tomar en cuenta toda esta actividad espiritual. 

Algunas personas están tan cegadas por Satanás que no van a responder; otras son curadas de su ceguera cuando les hablamos la verdad del evangelio.  Es un gran privilegio ser el instrumento para llevar a alguien a nuestro Señor Jesucristo, ver a esa persona siendo liberada de la atadura del pecado y de Satanás.  Sigan compartiendo el evangelio hasta que se encuentren con alguien que está listo para dejar que la luz de Dios entre en su vida. 

En cierta manera es un asunto de porcentajes; si queremos que más personas conozcan al Señor, entonces tenemos que proclamar el evangelio a más personas.

Evangelistas exitosos
Los versículos 2 y 4 presentan otro punto importante acerca de ser evangelistas exitosos: necesitamos decir la verdad acerca de la gloria de Dios en Cristo.  El versículo 2 dice que rechazamos hacer las cosas a escondidas y que más bien “decimos solamente la verdad, y así nos recomendamos a la conciencia de todos delante de Dios.” 

San Pablo nos advierte acerca de la forma errónea de orientarnos al éxito.  Podemos querer tanto éxito evangelístico que vamos a intentar con cualquier cosa que funcione – tal y como maquillar una historia para hacer que las cosas suenen mejor de lo que son, o depender de presentaciones evangelísticas impresionantes para llevar a la gente a la conversión.   Este versículo no excluye el interés por los métodos que usamos para presentar el evangelio, pero sí nos hace considerar cómo estamos anunciando la verdad. 

Todavía más crucial es el versículo 4: “Cuando predicamos, no nos predicamos a nosotros mismos, sino que predicamos a Jesucristo como Señor;  y en cuanto a nosotros, nos declaramos simplemente siervos de ustedes, por amor de Jesús.”

No estamos ganando gente para nosotros.  No estamos tratando de convencerlos de que nos acepten a nosotros como su señor.   Tenemos algo que la gente necesita.  Ellos lo querrían si se dieran cuenta de lo que puede hacer por ellos.  Nosotros somos como sirvientes que llevan el alimento a los hambrientos o enfermeras que administran medicina a pacientes que están en peligro de muerte. 

¿Cómo es que vamos a ser “siervos por amor de Jesús?  En el oeste de los Estados Unidos, hay desiertos de tierra árida color marrón que se extienden por kilómetros.   Sin embargo, en algunas partes, se encuentran extensiones de tierra irrigada en las que todo es exuberante y verde.  La pregunta: “¿Qué hace al desierto reverdecer?” puede ser contestada de dos formas.  Una es “el sistema de irrigación,” pero la respuesta básica es el agua. 

Sin agua, los sistemas de irrigación son inservibles; el desierto sigue siendo árido y marrón.  Por otra parte, el sistema de irrigación es necesario para llevar agua al suelo del desierto.

El Señor nos está llamando a ser como un canal de irrigación.  Nuestra tarea es llevar el agua al campo.  Una vez ahí, el agua hará su tarea.   El canal de irrigación es el servidor del campo, proveyéndole agua.  Nuestro papel como siervos, como canales de irrigación en la obra de la evangelización, es establecer una conexión entre la gente necesitada y el agua viva que da nuestro Señor Jesucristo.  Nosotros no tenemos que hacer que crean.  Tenemos que establecer una conexión eficaz entre ellos y el Señor para que él pueda llevarlos a la fe.
 

No podemos pensar que somos capaces sin Dios

No tenemos que ser capaces de realizar la misión a la que él nos está enviando.  De hecho, es obvio en el pasaje de 2 Corintios que no podemos pensar que somos capaces sin Dios.   Él está buscando siervos y siervas que puedan hacer el contacto por él y que lo dejen revelar a Jesucristo como Señor – algo que solamente él puede hacer.  Nosotros no necesitamos ser tan eficaces como evangelistas por nuestra propia cuenta, siempre y cuando el poder trascendente del evangelio esté en nosotros, y estemos dispuestos a ser su canal para el mundo.

Guardemos con claridad en nuestras mentes estas verdades espirituales fundamentales.   Son liberadoras para nosotros.   Nos dan una mayor libertad para hacer lo que Dios nos está encomendando – hacer que el poder y la gloria de Dios esté más al alcance de otros.


Steve Clark es un fundador y expresidente de la Espada del Espíritu. Destaca como autor de numerosos libros y artículos y es un expositor frecuente.  Este artículo fue publicado por primera vez en la revista New Covenant, Agosto 1989, derechos de autor de Stephen B. Clark.  Usado con permiso.  Traducción de Efraín Calderón.
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